El estudio de un
fenómeno se puede hacer desde dos perspectivas: la holística y la reduccionista. La
primera, se refiere a un estudio desde el todo y, la segunda, a un estudio
desde las partes. Los
fenómenos reales se deben tratar de forma compleja, dividiéndolos en pequeñas
partes para facilitar su entendimiento, sólo se limita el campo de acción.
Tanto la realidad como el pensamiento y el conocimiento son complejos y debido
a esto, es preciso dominar la complejidad para entender el mundo.El
pensamiento complejo integra todos los elementos que puedan aportar orden,
claridad, distinción y precisión en el conocimiento, pero rechaza las
consecuencias mutilantes, reduccionistas y unidimensionales conducentes a una
simplificación abusiva.
Debemos aceptar el reto de avanzar hacia el
pensamiento complejo. La superespecialización nos ha condenado a la no
comprensión del mundo. No se trata de negar el valor de la investigación
específica y detallada sino la necesidad de complementarla con visiones
transversales e integratorias.
La brecha entre el contexto universitario y el
profesional se centra en el divorcio entre la superespecialización y la
realidad compleja del contexto mundial.
Decíamos en la publicación Transformar
la Universidad: “Es el momento oportuno para integrar el conocimiento
científico y tecnológico. El conocimiento tecnológico ya se orienta hacia las
denominadas tecnologías de convergencia, NBIC (nanotecnología, biotecnología,
tecnologías de la información y cognotecnología), su captación por la
universidad debería materializarse en algo como una Licenciatura en Tecnologías
de Convergencia o Licenciatura en NBIC. Las ciencias naturales, las ciencias
sociales, las ciencias humanas y el arte, hoy constituyen la denominada “cuarta
cultura” su integración universitaria debería realizarse en algo como una
Licenciatura en Cuarta Cultura”.
Integrar desde la universidad implica formar
profesionales con las capacidades necesarias para comprender la realidad
compleja del mundo.
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Cuarta Cultura
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